A muchos de nosotros nos encanta tomar el sol, ya sea en otro, primavera, invierno o verano. Mientras realizamos actividades al aire libre como pasear, montar en bicicleta, hacer una escapada al campo o la montaña, nadar, tomar algo en una terraza…los rayos del sol inciden sobre nosotros sin que apenas lo notemos. ¿Quieres saber cómo afecta esto a nuestra salud y estado de ánimo?

TOMAR EL SOL Y LA VITAMINA D

Aunque podemos obtenerla gracias a la dieta, la exposición solar nos aporta hasta un 90% de los requerimientos necesarios de esta vitamina, ya que activa una enzima de nuestro organismo que induce la síntesis de la misma.

La vitamina D incrementa la absorción de calcio, por lo que fortalece los huesos y dientes y previene la osteoporosis. Asimismo, activa la hormona paratiroidea que se encarga de regular la presión sanguíena.

Por otra parte, tomar el sol también disminuye dicha presión debido a que los vasos sanguíneos se dilatan y aumenta la circulación de la sangre en la piel, ayudándonos a mantener una tensión arterial adecuada. No obstante, hay que llevar cuidado con esto debido a que en personas hipotensas una exposición continuada al sol podría provocar una lipotimia.

Por último, activa nuestras defensas debido a que los linfocitos T (un tipo de glóbulo blanco) requieren de vitamina D para su correcto funcionamiento.

¿CÓMO SON LOS RAYOS SOLARES QUE NO VEMOS?

– Rayos Ultravioleta A: representan más del 95% de la radiación ultravioleta ya que son capaces de atravesar los cristales y las nubes. Son las causantes de producir un bronceado ligero y poco duradero tras haber tomado el sol durante unas pocas horas.

– Rayos Ultravioleta B: son más fuertes debido a que presentan una longitud de onda menor (a menor longitud de onda, mayor fuerza) y penetran hasta la epidermis, estimulando los melanocitos que, a su vez, incrementan la síntesis de melanina, generando así un bronceado intenso y más duradero.

– Infrarrojos: este tipo de rayos provoca calor pero no broncea. Además, provoca un enrojecimiento cutáneo debido a la vasodilatación que desaparece a las pocas horas.

PROTECCIÓN CONTRA LA RADIACIÓN SOLAR

Durante el verano, el período comprendido entre las 12 y las 16 horas es el que resulta más perjudicial para tomar el sol, ya que la Tierra se encuentra en esos momentos perpendicular a la estrella que nos ilumina, por lo que los rayos se concentran más sobre la superficie terrestre. Cada año se detectan en verano más de 4.000 casos de melanoma debido a la sobreexposición solar sin protección, provocando radicales libres en las células que dañan el ADN de las mismas provocando mutaciones, es decir, aumentando el riesgo de cáncer.

En cuanto a la prevención, la mejor manera de evitar los efectos nocivos del sol es hacer un uso racional del mismo, intentando no exponernos de manera excesiva. A principio del verano, se debe tomar el sol pocos minutos al día e ir aumentando el tiempo de exposición para que la piel se vaya adaptando poco a poco.

Debemos, asimismo, utilizar cremas solares protectoras que actúan como filtro solar y elegir el factor de protección apropiado en función de nuestro tono de piel (cuanto más claro sea el tono de piel, mayor factor de protección debemos usar). De igual modo, a medida que vayamos incrementando paulatinamente las horas de exposición al sol podemos reducir el factor de protección solar.

¿TOMAR EL SOL EN EXCESO? QUEMADURAS E INSOLACIONES

Llamamos insolación a un trastorno cerebral patológico provocado por una exposición prolongada a los rayos solares que se manifiesta por la presencia de náuseas, vómitos, fiebre y, en los casos más extremos, convulsiones.

No obstante, los golpes de calo también pueden producirse por la combinación de altas temperaturas y una elevada sensación de humedad en el ambiente.

Por otra parte, también se pueden producir varios tipos de quemaduras, entre las que podemos distinguir las siguientes:

– Quemadura de primer grado. Afecta solamente a la capa externa de la piel, la epidermis, dando lugar a enrojecimiento, tirantez, quemazón y dolor.

– Quemaduras de segundo grado. Se produce cuando los rayos solares alcanzan la dermis, caracterizándose por enrojecimiento, dolor, inflamación y aparición de ampollas. Junto con las de primer grado, este tipo de quemaduras son las más comunes que tienen lugar como consecuencia de la exposición solar.

– Quemaduras de tercer grado. Daña las tres capas de la piel (epidermis, dermis e hipodermis/tejido subcutáneo). En ellas, no hay sensación de dolor debido a que los rayos solares alteran las terminaciones nerviosas de la piel, lo que impide la transmisión del impulso nervioso provocado por el dolor a nuestro cerebro.

¿Cómo podemos actuar frente a estas situaciones?

En cuanto a las insolaciones, debemos situarnos en un lugar con sombra y colocarnos en posición semisentada, con la cabeza levantada para favorecer la respiración. Para reducir la temperatura corporal nos podemos quitar algo de ropa y pedir que alguien nos abanique mientras ponemos compresas de agua fría sobre nuestra frente, la nuca y el cuello. También es recomendable beber agua fría para rehidratarnos, asegurándonos de hacerlo mediante pequeños sorbitos.

Si hemos sufrido quemaduras, podemos refrescar nuestra piel también con compresas de agua fría. Es importante recordar no utilizar hielo ya que quema la piel. Procederemos también a rehidratar la piel con leches hidratantes que podemos obtener en farmacias y supermercados. Será imprescindible beber mucha agua y bebidas isotónicas. En los casos más graves se procederá a la dispensión de medicamentos por parte del médico y cura de las posibles heridas que podamos presentar en quemaduras de segundo y tercer grado.

Las quemaduras suelen curarse a los 15 días, y podemos ayudarnos de antiiflamatorios como la aspirina o el ibuprofeno para calmar el dolor. Por supuesto, no debemos volver a exponernos al sol hasta que las quemaduras estén totalmente curadas.

CÁNCER DE PIEL

El cáncer de piel es uno de los tumores de mayor incidencia en el ser humano, aunque también es altamente prevenible y tratable.

La mayoría de las personas afectadas son mayores de 30 años en las que se presenta una exposición solar importante, con quemaduras frecuentes. El melanoma es el más conocido y el más grave, pero existen otros.

– Carcinoma basocelular. Es el más común, representando un 75% de los casos de pacientes diagnosticados de cáncer de piel. Suele aparecer en las zonas expuestas al sol, especialmente la cabeza, el cuello y las extremidades. Su crecimiento es lento y no suele propagarse a otras partes del cuerpo, aunque si no se trata puede afectar a otros tejidos de la piel. Puede aparecer como manchas rojizas con un brillo característico, como una pequeña herida que no se termina de curar o con aspecto cicatricial.

– Carcinoma de células escamosas. Alrededor del 20% de personas que sufren cáncer de piel sufren este tipo. Aparecen en zonas de la piel que han recibido una gran cantidad de luz solar a lo largo de la vida, como la cara, las orejas, os labios, los antebrazos y las manos, así como sobre el cuero cabelludo de las personas calvas. Este tipo de cáncer tiene un mayor riesgo de propagarse a otras partes del cuerpo, aunque con un diagnóstico precoz presenta una tasa de curación de más del 95%. Su aspecto recuerda al de una verruga que crece en semanas, con bordes en relieve y una superficie rugosa o costrosa.

– Melanoma. Se trata de un tumor maligno que se forma a partir de los melanocitos (células presentes en la piel encargadas de producir pigmentos). Estos melanocitos son los responsables del crecimiento benigno de algunas zonas de la piel como pueden ser los lunares. Los destinos de la metástasis, o extensión, del melanoma son los pulmones y el hígado, lo que lo hace bastante difícil de curar. Por ello, es importante prestar atención a cualquier cambio en pecas, lunares y verrugas que presentes normalmente en tu piel. Deberás fijarte en su color, tamaño, forma y bordes, así como si pican o sangran. Se recomienza revisarlos una vez al mes y acudir al dermatólogo en caso de notar algo extraño.

¿CUÁNTO TIEMPO TOMAR EL SOL?

Bastará simplemente exponerse al sol durante diez minutos entre tres y cuatro veces a la semana para que notemos sus numerosos beneficios sin poner en juego nuestra salud.

VENTAJAS

 Aumenta nuestro nivel de felicidad ya que induce la fabricación de los neurotransmisores conocidos como serotonina y endorfinas, que se encuentran relacionados con la sensación de bienestar y relajación.

Absorción de vitamina D.

Regulación de los ritmos circadianos, implicados en los ciclos de sueño y ánimo.

Mejora de afecciones de la piel como psoriasis y acné.

Incremento de la respuesta inmunológica, reduciendo el número de infecciones.

Estimulación de las terminaciones nerviosas.

Mejora del proceso respiratorio, especialmente sobre personas asmáticas.

Reducción del nivel de colesterol en sangre, ya que precisa de luz para ser metabolizado.

Disfrutemos de los beneficios de tomar el sol sin poner el peligro nuestra salud

DESVENTAJAS

Un exceso de exposición solar puede provocar envejecimiento prematuro y cáncer de piel.

Riesgo de insolación.

Riesgo de deshidratación.

Necesidad de estar rehidratando la piel de forma continuada durante los meses de más calor.

Aparición de cataratas y otros trastornos de la vista. Es recomendable el uso de gafas de sol.

Y a ti, ¿te gusta tomar el sol? ¿Eres de los/as que se pasan horas tumbados esperando ponerse morenos/as? ¡A nosotros nos encanta!